24 de octubre de 2012

No se callaba nada,y todo lo que decía,lo decía gritando.

“Para que todo el mundo se entre” decía “no me gusta repetirlo todo dos veces” Eso me hacía sonreír.
Bailaba sin música, y lo daba todo. Me agarraba del brazo e intentaba que bailase con ella en la cola del supermercado. “Por favor” me decía, poniendo aquella carita de pena “hazlo por mi” Aunque sabía que yo nunca lo haría. Fingía que se enfadaba y luego yo la conquistaba con cosquillas.
Por las mañanas gruñía. Su capacidad para comunicarse disminuía brutalmente y solo decía palabras de una sílaba. “Mal humor mañanero” avisaba nada más levantarse ” no me hables”. Pero siempre se despedía con una sonrisa y un “No me eches mucho de menos anda”. 
Quizá por eso me enamore de ella. Por su sonrisa.
Sonreía cuando había que sonreír, incluso cuando no la apetecía, lo hacía por los demás.
Por lo que os estoy contando parece que siempre estaba haciendo el tonto pero sabía estar seria. 
Recuerdo cuando murió su abuela. No la vi llorar pero se la notaba triste, pero aún así, cogió a su primo de 4 años y le empezó a contar historias de su abuela, con la sonrisa falsa más elaborada que he visto.
Cantaba, no solo en la ducha, si no en todas partes“Sé que mi voz no es bonita, pero eso no significa que no cante bien” . Nunca se lo dije, pero a mi me parecía que tenía la voz más bonita del mundo.
Recuerdo sus pantalones rotos. La hacían pasar un frío flipante en invierno, pero ella los llevaba igual. “Son mis favoritos” y sonreía.
Era la primera a la que le gustaba estar guapa y llevaba escotes de vez en cuando, pero también la que tenía más de tres sudaderas en las que cabían dos como ella. Y sus chandals.
Su música rara que ponía a todo volumen. Sus zapatillas desgastadas que cuando se rompían, se compraba unas iguales. “Las amo” era su escusa. Yo si que la amaba a ella.
Recuerdo cada detalle de ella. Su amor por las pizzas y su adicción por los chicles de menta. Los caramelos que siempre llevaba en la mochila.Ella era así.
“No me importa” era su filosofía de vida. 
Y también recuerdo mis esperanzas. Jamás la vi tanto tiempo con el mismo chico, y pensé que yo era especial. Que se quedaría conmigo. Tonto de mi.
Pero lo que más recuerdo es el día en que se fue.
Llevaba esos vaqueros rotos aunque llovía. Y una sudadera azul en la que ocultaba su cabello. Estaba esperándola en el portal y llego empapada, pero sonriendo. En cuanto llegó mi pensamiento fue “Joder, que enamorado estoy”. Me dio un beso de esos que tanto me gustaban. De los dulces que saben a cariño.
-¿Subimos? - pregunte. Yo solo quería una excusa para tumbarme a su lado.
- No, esto…te tengo que decir algo - y dejó de sonreír. En ese momento lo supe. No escuche lo que dijo. Pero sé que me dijo. Alguna mierda de que no podía seguir así y de que esto no llevaba a ninguna parte. Escusas baratas. Me dio un beso en la mejilla y se fue.
Justo antes de desaparecer se volvió, y sonrió. Esa sonrisa salvaje que me dijo más de lo que cientos de palabras podían expresar.
“Los corazones salvajes no se pueden romper”
Y era a eso a lo que se dedicaba ella. 
Aparecía, te hacía el hombre más feliz de la tierra y te dejaba.
Te partía el corazón en mil pedazos y se llevaba uno como trofeo.
Y lo hacía, una y otra vez, para que nadie se lo hiciese a ella.
Porque de lo que tenía miedo, era de que la hiciesen daño,
asique, ella se lo hacía a los demás.

En realidad su filosofía de vida era: “No me puedes hacer daño”

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